Seguramente, en medio de una video llamada, ha visto a su interlocutor señalando los audífonos o haciendo una cantidad de ademanes inentendibles, con una cara de frustración pues lo que está comunicando no está siendo escuchado y a pesar de que no está siendo escuchado, la ilusión sigue intacta: conectar con las personas.
En esta época de micrófonos, pantallas y reuniones virtuales, casi todos hemos tenido dificultades para enviar o recibir mensajes.
Quienes nos escuchan, están a la espera de un mensaje claro y para lograrlo es necesario entender que los mensajes se componen de tres partes, que bien manejadas, facilitan las comunicaciones: el contenido, el tono y el estilo.
La primera parte es el contenido y tiene que ver con lo que decimos, la segunda es el tono que utilizamos y la tercera parte se refiere al estilo de escuchar que usamos.
Sabemos que el contenido es muy importante, y mejor si lo decimos en un tono adecuado. Sin embargo, con la masificación de las sesiones virtuales, el estilo o cómo escuchamos, toma una relevancia muy especial si queremos producir el mayor impacto.
En términos generales podemos decir que existen 4 estilos de escuchar:
El primer estilo se usa en conversaciones informales entre amigos, lo llamo “escuchar informalmente” y frecuentemente es empleado para mostrar cierto interés en el tema sin que sea particularmente relevante.
El segundo estilo es “escuchar para reaccionar”. Al usar este estilo, la persona se coloca a la defensiva o se opone a lo que los demás dicen, intentando asumir un rol de controlador de la conversación, por lo que destruye la empatía y la confianza.
El tercer estilo lo denomino “Escuchar investigando”. Consiste en utilizar preguntas abiertas para obtener información sobre los asuntos relevantes o complejos. Es muy recomendado cuando estamos frente a la pantalla, pues aumenta la atención, mejora la perspectiva del equipo y bajar la tensión en las discusiones abiertas.
Una buena forma de practicarlo es, durante una video llamada, preguntarles a los miembros del equipo: cuáles son las dificultades, preocupaciones, angustias que están pasando y cómo apoyarlos. De esta forma se conocen los dolores o los momentos del equipo y se puede elaborar un mapa de problemáticas, así como un plan de acción.
El cuarto estilo es “escuchar atentamente”. Este estilo crea un ambiente de confianza, de conexión y apertura, lo que facilita el intercambio de ideas. Lo recomiendo para los encuentros individuales, puesto que se parece al lenguaje del coach y/o mentor.
Escuchar atentamente implica asumir una actitud de “cerrar la boca y apagar los pensamientos”, lo que facilita entender la perspectiva de quien habla, desde lo más profundo del cerebro y del corazón, y conducirlo a la solución.
Una buena práctica es realizar el ejercicio “Un día en la vida de…”, en el cuál, el líder del equipo le solicita a cada miembro que describa un día de su vida y que mencione sus expectativas del futuro, dándole una visión general de cómo están las personas, y permite entender las motivaciones personales y ayudar a estructurar planes de apoyo tipo coaching o mentoring.
Para terminar, es necesario entender que no hay estilos buenos o malos, cada estilo tiene su función y su momento, ninguno es el perfecto, la clave para transformar las relaciones está en hacer coordinar el estilo con la situación, de manera que fluya naturalmente.